Durante más de diez mil años, el Aenocyon dirus (anteriormente clasificado como Canis dirus), conocido popularmente como “lobo terrible”, habitó únicamente en fósiles, leyendas y series como Game of Thrones. Hoy, gracias a una hazaña en biotecnología, estos imponentes depredadores han regresado al mundo real (o algo parecido).
El anuncio fue realizado por Colossal Biosciences, una empresa estadounidense especializada en biotecnología y conservación, conocida por sus proyectos de des-extinción del mamut lanudo y el tilacino. Su logro más reciente: el nacimiento de tres cachorros genéticamente modificados para replicar las características del lobo terrible.
¿Cómo se logró esta hazaña?
El proceso comenzó con la extracción de ADN de restos fósiles de Aenocyon dirus, hallados en depósitos que datan de entre 11 500 y 72 000 años. Los científicos secuenciaron el genoma completo de la especie y lo compararon con el de varios cánidos modernos, incluyendo al lobo gris (Canis lupus). Aunque estudios recientes revelan que el lobo terrible no es un pariente directo del lobo gris, sino que pertenece a un linaje más antiguo y divergente, se utilizaron ciertas similitudes genéticas para reconstruir sus rasgos distintivos.
Con ayuda de la tecnología CRISPR, se editaron células de lobos modernos para incorporar genes clave del lobo terrible, como aquellos responsables de su gran tamaño corporal y poderosa mandíbula. Estas células modificadas fueron introducidas en óvulos caninos sin núcleo, que luego se implantaron en madres sustitutas cuidadosamente seleccionadas.
El resultado: en octubre de 2024 nacieron Romulus, Remus y en enero de 2025 Khaleesi, tres crías que no solo presentan una apariencia física similar a la del lobo terrible, sino que también muestran patrones genéticos y comportamientos compatibles con lo que se conoce de la especie extinta. Actualmente, estos ejemplares viven en una instalación de alta seguridad en el norte de Estados Unidos, bajo constante monitoreo científico.
El lobo terrible fue uno de los grandes depredadores del Pleistoceno. Con un peso de hasta 70 kilos y una estructura ósea robusta, estaba adaptado para cazar grandes presas como bisontes y caballos prehistóricos. Sus potentes mandíbulas y dientes especializados le permitían triturar huesos, una característica que lo diferenciaba de los cánidos modernos.
Cabe señalar que los nuevos cachorros no son copias exactas de Aenocyon dirus, debido a las limitaciones del ADN antiguo, que suele encontrarse fragmentado y degradado. Los científicos continúan estudiando su desarrollo para determinar hasta qué punto reflejan las características biológicas y conductuales de sus ancestros extintos.

FUENTE: REDES