Un día, un amigo llegó a su casa y le dijo:
—Oye, Miguel, voy a un casting, ¿me acompañas?
Miguel respondió:
—Pero yo quiero ir a comer.
—Pues vamos al casting y después comemos —le propuso el amigo.
—Órale, va —aceptó Miguel, más por la comida que por otra cosa.
Llegaron al casting y, para su sorpresa, los recibió una leyenda: el mismísimo director Alejandro González Iñárritu. Era una prueba para un comercial.
Pasa primero el amigo, mientras Miguel se queda afuera, impaciente:
—¡No manches, apúrate! Ya me quiero ir a comer —decía.
Al poco rato, el amigo sale y le dice:
—Oye, dice el director que te quiere ver. Que si quieres hacer la audición.
Miguel, le responde:
—¡Ay no mms! Yo solo vine por la comida… pero órale, va.
Aceptó, hizo la audición casi por compromiso, esperando terminar rápido para irse a comer. Y de repente, ¡pum!
—Tú te quedas —le dijo Iñárritu.
Y desde ahí, Miguel despegó. Se fue para arriba, hasta los cuernos de la luna.
Empezó con La Hora Pico, luego vinieron más proyectos, más personajes, más risas. Miguel Galván se volvió una estrella. Pero para mí —dice Gustavo Munguía— Miguel siempre fue más que un comediante: fue un gran actor.
Miguel no buscó la fama ni la grandeza. Como Shrek, él solo quería vivir tranquilo en su pantano, sin que nadie lo molestara. Y aun así, terminó brillando».
Gustavo Munguía sobre Miguel Galván.

Fuente: Redes