
Hace aproximadamente 43.000 años, en lo que hoy conocemos como Segovia, un joven neandertal de entre 18 y 25 años dejó una huella que ha llegado hasta nuestros días. Este vestigio, considerado la huella dactilar humana más antigua conocida, fue descubierto en el yacimiento del Abrigo de San Lázaro.
El hallazgo consiste en un canto rodado de granito con una forma que recuerda a un rostro humano. En el centro de la piedra, donde se ubicaría la nariz, se encuentra un punto rojo de pigmento ocre que contiene una impresión dactilar. Este detalle sugiere una intención simbólica por parte del neandertal, posiblemente al identificar la forma de la piedra con una cara y añadirle una nariz mediante el pigmento.
El análisis de la piedra se realizó utilizando técnicas avanzadas como microscopía electrónica de barrido, escaneo 3D y análisis multiespectrales. Estas pruebas confirmaron la presencia de la huella dactilar y la composición del pigmento, una mezcla de arcilla y óxidos de hierro, comúnmente conocida como ocre.
Este descubrimiento aporta evidencia de la capacidad simbólica y cognitiva de los neandertales, demostrando que eran capaces de realizar representaciones abstractas y simbólicas. La piedra ha sido apodada «Perico» en homenaje al ciclista Pedro Delgado.
El hallazgo ha sido publicado en la revista ‘Archaeological and Anthropological Sciences’ y ha sido posible gracias a la colaboración de investigadores de la Universidad Complutense de Madrid, el Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC), la Universidad de Salamanca y la Policía Científica.
Este descubrimiento no solo proporciona información sobre las habilidades artísticas de los neandertales, sino que también destaca la importancia del yacimiento del Abrigo de San Lázaro en el estudio del arte prehistórico y la evolución cognitiva humana.
Fuente;: Redes